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“Así es como Dios cura”, Introducción parte I.

Con esta primera parte de la introducción que hace el propio Dr. Hertzka a su libro “Así es como Dios cura”,  empezaremos esta serie de entradas. Se podrá notar a lo largo de estas líneas, el entusiasmo que pone el Doctor en intentar divulgar la medicina de Santa Hildegarda hasta ese momento desconocida por el gran público. Corría el año 1972 y tal y como cuenta el propio Doctor, ya llevaba 30 años experimentando con esta medicina revelada por Dios. Con este libro vendido en más de 100.000 ejemplares en Alemania, Dios a través de Santa Hildegarda y a través del Dr. Hertzka volvía a poner de actualidad una medicina natural hasta ahora desconocida. 

 

INTRODUCCIÓN PARTE I.

Admirable es Dios en sus Santos y extraño es el mundo con sus juicios. Hace ya más de 800 años, hacía el 1155, que Dios reveló a una humilde criatura una medicina que ha sido puesta al alcance de todos Sin embargo hasta el día de hoy nadie conoce bien esta medicina menos el autor de este libro. Los cristianos me dan a veces la impresión de comportarse como niños pequeños. Cuando mi hija era pequeña, el Niño Jesús le trajo además de magníficos regalos, un libro de imágenes. Unos meses antes se había fijado en él, en la tienda del Señor Gessenharter, en Bad-Gastein, donde mi padre era médico. La pequeña que era muy vivaz, contemplando sus regalos debajo del árbol de Navidad, se puso a dar palmitas mientras que se exclamaba: “¡Cuánto que quiero al niño Jesús! ¡Todo esto me lo ha traído el Niño Jesús! Pero de repente al descubrir el libro de imágenes se exclamó: “… ¡Ay va, pero si es el Señor Gessenharter quien me ha traído este libro!”

Cuando tuve que escribir la introducción a mi libro “La medicina de Santa Hildegarda, y que pensaba a las experiencias que había vivido, gracias a esta Santa, esta historia me vino a la mente. Ya que todos los amigos cristianos de Santa Hildegarda, y son muchos hoy en día, se paran admirados delante de sus obras imponentes donde se describen las visiones que tuvo. Ellos se exclaman maravillados: ¡Ah! todo esto nos lo ha dado Dios a través de la Santa. ¡Qué riqueza teologal! ¡Qué sabiduría sobrehumana! Y a la vez de un gesto enérgico declaran: “¡Pero su medicina no es divina!”

No sé de que es lo que me tengo que extrañar más: de que Dios haya dado a la humanidad un tratado completo de medicina a través de Santa Hildegarda, o de que los hombres entre lo cuales se hayan cristianos y más precisamente católicos, se obstinen en no querer admitir este milagro. Máxime cuando las pruebas son indudables a los ojos de un hombre de buena voluntad tal y como me lo han enseñado mis treinta años de actividad en tanto que médico, y mis cuarenta años de estudios de los libros de Santa Hildegarda.

Hay que retener de Santa Hildegarda de Bingen, que fue la más singular de todas las que llamaban “místicas”, ya que nunca tuvo éxtasis u otros estados extraordinarios similares. Da testimonio de ello, al principio de su obra, comenzada cuando tenía 43 años y también una segunda vez, años más tarde. Siendo ya octogenaria, explicó que tenía día y noche delante de los ojos, en un estado plenamente consciente, como una especie de aparato celeste de televisión, del cual saca las imágenes y los textos de todos sus escritos, sin caer nunca en éxtasis o en un estado de somnolencia. 

Describe ese fenómeno de la siguiente forma: “Es parecido a una nube luminosa, en la cual ve imágenes y oye palabras…” Se puede apreciar la similitud con una televisión.

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